lunes, 16 de enero de 2017

LAS CASAS DE EXPÓSITO. UN RECUERDO QUE PERDURA EN EL TIEMPO.

    Posiblemente, Córdoba fuese una de las primeras ciudades en disponer de una fundación destinada a la acogida de los llamados niños expósitos. Situada junto a la plaza de la Magdalena, en el año 1385, Mayor Martinez, perteneciente a la rama de los Córdobas, mandó levantar la ermita de San José. Destinando dicha ermita a depósito de los niños perdidos. Con el tiempo, esta ermita pasó a llamarse Hospital de la Santa Cruz, el cual seguiría su propósito hasta que en torno a 1500 esta fundación se extinguió.

    El Cabildo catedralicio, despertando de su letargo, se dio cuenta de la realidad que vivía la sociedad cordobesa en cuanto el abandono de niños. Para poner fin a este sufrimiento, dispuso una de las galerías laterales en el Patio de los Naranjos como depósito de los niños abandonados, esperando con mayor o menor fortuna que los píos cordobeses adoptasen a estas criaturas o al menos, las alimentasen. De hecho, si pasáis por la Mezquita, fijaros que una de sus puertas aún mantiene el nombre con la que se conocía por ese hecho, la puerta de la leche.

    En el año 1586, la Iglesia cordobesa dota a la ciudad con una casa cuna, eligiendo para tal fin el hospital de Nuestra Señora de la Consolación, una vieja casa situada junto a la parroquia de San Pedro. Hoy día aún sigue la toponimia por la que se conocía tal calle. "El tornillo", en referencia al torno en el que eran depositados los niños. En 1599 se decide trasladar la casa cuna al hospital de San Jacinto, sede que retornaría a su antiguo emplazamiento en el año 1642. Emplazamiento que mantuvo hasta que el cabildo en 1816 decide trasladarla nuevamente, esta vez hasta el hospital de San Sebastián, un recinto próximo a la Mezquita y al propio obispado. El hospital de San Sebastián pasó en 1850 a disposición de la Diputación de Córdoba, realizando su cometido hasta el año 1961, año en el que el edificio fue clausurado.

    El caso de los niños expósito (el cuál hoy día nos ha legado tal apellido) es un caso digno de estudio de una sociedad tan amplia como lo fue la cordobesa. En un principio hubo quien quiso negar la existencia de un gran número de abandono de niños, pero la realidad es que si tanto el Cabildo Catedralicio como la nobleza del momento tuvieron que llevar a cabo una institución dedicada a recoger a estos niños es que el problema era más que evidente, es más, en los momentos finales de dicha institución, según recogen los artículos llevados a cabo por Enrique Aguilar o Álvarez de Santaolo nos dan unas cifras de 20.000 niños expósito durante los años 1770 hasta 1850. Siendo las condiciones de vida de estos niños, en la mayoría de los casos, paupérrimas, pues dependían en gran medida de la caridad de una sociedad que por aquel entonces o bien no quería, o no podía aportar. 




 

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