viernes, 16 de diciembre de 2016

LA MANCEBÍA EN LA CÓRDOBA DEL SIGLO XV

    Desde tiempos remotos han existido las conocidas como rameras, estas mujeres de la calle que vendían su cuerpo a quienes pudieran pagarlo. Tanto en el mundo griego, como en el romano se arbitraron medidas para ejercer algún tipo de control sobre estas rameras callejeras. Al margen de las prohibiciones y restricciones coránicas, en las grandes ciudades andalusíes existió algún tipo de reglamentación de la labor de las prostitutas. En la Córdoba califal, las mujeres de la vida debían abonar una tasa especial por el permiso de trabajo, así como tapar su rostro con un velo para diferenciarlas de las mujeres honradas. En lo que respecta a la creación de burdeles propiamente dichos, no hay testimonios en Andalucía hasta la llegada del siglo XIV. 

    A partir del siglo XIV y hasta su cierre, en el año 1623 la mancebía oficial se ubicaba en la collación de San Nicolás de la Ajerquía, por aquel entonces la collación de mayor importancia económica y comercial de la ciudad. Esta zona era de paso obligado para comerciantes y viajeros hacia Sevilla o hacia Castilla, siendo además, acceso principal al centro urbano. En dicha collación era normal que proliferasen talleres los talleres artesanos de toda índoles y los mesones. No había en aquella Córdoba un lugar más idóneo para emplazar una mancebía (jóvenes aprendices, comerciantes que en su largo recorrido pasaban muchas noches solos...).

    Las autoridades cordobesas ubicaron el burdel en un tramo de la calle Potro (la que se ubica más cercana a la calle de la Feria), en la circulación existente entre la Puerta de Baeza que seguía por la Carrera del Puente, la Alcaicería, a espaldas de la Catedral y su salida por la Puerta del Puente en dirección Sevilla. Y para evitar que las prostitutas empañaran la tranquilidad de los viajeros y comerciantes, ordenaron los regidores cerrar el acceso de la calleja con una puerta que aislase la mancebía de las calles. Tras la puerta, una muy estrecha calle acogía algunas boticas y los accesos a varios mesones especializados en el comercio carnal.

    Con el pasar de los años y el auge de población que Córdoba estaba obteniendo, el recinto se empezó a quedar pequeño, pues al ver más clientes, estos atrajeron a más mujeres, por lo que no tuvieron más remedio que instalarse en las casas colindantes a la mancebía, provocando un sinfín de altercados. Además, el deterioro del muro que delimitaba el adarve hicieron que los alarifes aconsejaran la reforma del lugar, y los regidores, para ahorrar dinero de las arcas públicas, autorizó la construcción de nuevos mesones y boticas para las rameras con la condición de que los propietarios se comprometieran con el mantenimiento de estas. La demanda de empresarios que solicitaban ayudar fue masiva, pues muchos vieron la oportunidad de entrar en un negocio que dejaba mucho dinero.

    Entre los más importantes dueños de los inmuebles del burdel nos encontramos al propio cabildo de la Catedral de Córdoba, que desde antaño poseía de algunas boticas sueltas. No es de extrañar esta vinculación entre la Iglesia y el negocio de la prostitución. Mas bien al contrario, era un fenómeno habitual en toda la Castilla de la época, avalado por la doctrina moral que otorgaba licitud a los beneficios obtenidos del alquiler de los burdeles si es que no había otro uso posible al que dedicar las casas de la Iglesia. 

    En definitiva, la prostitución era un negocio en el que todos salían ganando, todos menos las prostitutas, que veían como todos sacaban beneficio de ellas. Por un lado, el propio ayuntamiento de la ciudad, pues los impuestos que tanto las prostitutas como los empresarios debían de pagar lo hacían un negocio rentable, por otro lado los empresarios de las boticas y mesones que veían sus arcas llenas. Según las Ordenanzas del Concejo de Córdoba, fechadas en el año 1435, toda prostituta debía abonar un maravedí a los alguaciles al llegar por primera vez  ala ciudad; además se les pagaba otro maravedí cada sábado en concepto de protección oficial. Sabiendo que una de las prácticas clandestinas más habituales de las mujeres públicas era el de abandonar la mancebía por la noche en busca de nuevos clientes, los alguaciles empezaron a exigir a finales del siglo XV un real de plata para hacer la vista gorda ante esta infracción.

    Por tanto, podemos decir que la práctica reglada de la prostitución fue algo muy común en la Córdoba de la Edad Moderna, un negocio en el que participaban no sólo rameras y rufianes, sino que además participaron empresarios de toda índole, sea religiosa o civil, y que dieron la fama a una zona como era el Potro que le acompañó durante estos siglos. 

jueves, 1 de diciembre de 2016

LA VÍA AUGUSTA EN SU PASO POR CÓRDOBA

       La red de calzadas por la Bética estaba estructurada por tres ejes fundamentales, siendo la Vía Augusta el eje principal, pues unía las cuatro ciudades (o concejos) más importantes Gadir, Hispalis, Astigis y Corduba. 

     
Milario romano
Las calzadas contaban distintos tipos de infraestructuras de apoyo, los mansos o mansiones, que eran lugares de descanso y provisión para caballería, encontrados más o menos cada 20 o 25 millas romanas (cada 35 kilómetros). También existían unas postas, que era el lugar de relevo de las caballerías. Por otro lado, también se encontraban en torno a estas calzadas, los miliarios, que no era otra cosa que el amojonamiento de estelas de piedra cerca de las vías a cada milla romana ( 1481 metros). Los tabellarii eran unos miliarios más pequeños, que se colocaban cada cien pasos. A su paso por Córdoba, podemos ver estos miliarios en la Cuesta del Espino, Cuesta de los Visos o en su recorrido hacia Alcolea. Los puentes eran otro tipo de Infraestructura muy usado en época romana para dar continuidad a la calzada y salvar el tramo de los ríos. El más importante de la Vía Augusta se encuentra en el río Guadalquivir a su paso por Córdoba.

       Centrándonos en Córdoba, la Vía Augusta, principal eje comunicativo del Imperio Romano en su paso por la Bética, transcurrió por la antigua carretera nacional IV hasta el kilómetro 396 dirigiéndose hacia la ciudad, cruzando el Guadalquivir mediante el Puente Romano hacia Aldea Quintana pasando por Cuestas de los Visos y la del Espino. En el año 2009, por unos arreglos en la calle Alfonso XIII se encontraron vestigios de esta vía en su paso por Córdoba, más concretamente el decumanus maximus, arteria principal de toda ciudad romana, que es la que corta la ciudad en dirección Este-Oeste.

     
Puerta gallegos
De las 78 hectáreas que formaban la Córdoba romana en época romana, podemos destacar de su muralla dos de las puertas de acceso por las que transcurrían las calzadas romanas, en primer lugar la conocida como Puerta Gallegos, fue la puerta de entrada y salida del camino romano hacia Hispalis (Sevilla), a través de la Vía Augusta. De hecho, si pasean por los Mausoleos romanos que se encuentran frente a ella podrán ver los restos de esta calzada que aún queda visible. También, la Puerta de Algeciras, que es como se conocía a la Puerta del Puente en época romana era la puerta de acceso desde el Sur de la ciudad, desembarcaban los barcos comerciales en su travesía por el río Guadalquivir en el cercano puerto existente en aquella época.

      El entramado de carreteras que los romanos realizaron hizo que las comunicaciones entre todas sus ciudades fuera más fáciles. Córduba, como capital de la Betica, y una de las ciudades más importantes del Imperio no podía quedarse atrás en cuanto a infraestructura, calzadas y caminos. En su paso por la ciudad, la Vía Augusta ha dejado su impronta en la ciudad aún después del paso de los siglos.