jueves, 28 de septiembre de 2017

EL MOTÍN DEL PAN DE 1652

En este post os queremos hablar sobre un hecho que tuvo lugar en Córdoba el 6 de mayo de 1652. Como bien recoge el título, se hará referencia a un motín que tuvo su origen en las calles de la ciudad debido al hambre que azotaba la misma.

En los años anteriores a este hecho, Córdoba había sucumbido a la peste, esta epidemia que se llevó por delante a un tercio de la población de la ciudad obligó a tomar una serie de medidas cautelares que diezmó la entrada de alimento. En estos casos, la ciudad suele quedar cerrada a cal y canto, incomunicada con el mundo exterior y con fuertes medidas sanitarias.

En los años venideros a esta epidemia, llegaron años de malas cosechas debido a la sequía que azotaba la ciudad. Esto hizo que se acrecentara el precio del trigo y los alimentos de primera necesidad, no obstante, la cantidad de grano que se perdió no era motivo para el excesivo precio que tomó este alimento, sino que al parecer, fue motivado porque la mayor parte del grano fue a parar a la nobleza y al clero.

Ante esta situación llegamos a la primavera de 1652, la situación estaba llegando a ser insostenible, cierta parte de la aristocracia cordobesa se mofaba y humillaba a quienes pedían algo de grano para comer, el alcalde actuaba con extrema dureza contra quienes le pedían alimento y que abaratase el precio de los alimentos. Y ya por fin, el 6 de mayo de ese año se escuchó por las calles del barrio de San Lorenzo  el llanto de una madre que llevaba en sus brazos el cuerpo yaciente de su hijo pequeño. El llanto impotente de esa madre al ver su hijo muerto de hambre hizo que otras mujeres se sintieran en su pellejo viendo que podrían ser las próximas y empezaron a increpar a sus maridos por no hacer nada ante tal hecho. 

Poco a poco los ánimos se fueron calentando y las mujeres tomaron la iniciativa de una revuelta social sin paragón en la ciudad. Cogieron todo lo que estaba a mano (hoces, palas, guadañas..) y se marcharon en busca del corregidor, esto ocasionó que más gente se sumase a la revuelta, tomando ya un carácter preocupante para las altas esferas.

El corregidor Peña Parda, que ya había sido informado de lo que acontecía salió corriendo a suelo sagrado, donde sería refugiado por los Trinitarios, esto encolerizó más al pueblo llano que buscaría en los nobles a los responsables de esta situación, estos que no eran tontos, también salieron corriendo en busca de suelo sagrado, y así quedó la ciudad, con los nobles en conventos y el pueblo llano en las calles de Córdoba.

Obispo Pedro de Tapia
Ante la turba de gente sin control, cuentan las fuentes que el Obispo Pedro de Tapia controló la situación para que esta no fuera desmedida y empeorara. El pueblo arremetió contra los inmuebles de la alta alcurnia y cogió todo el grano que estaba guardado y el que estaba a disposición de la nobleza. Usaron la iglesia de San Lorenzo como granero y empezaron a proteger las puertas de la ciudad, pues corría el rumor que el Conde de Priego vendría a la ciudad con un ejército para someter la rebelión.

Después de ocho días de motín, el pueblo crispado y preparado empezó a robar los bienes muebles de la aristocracia, apoderándose de una ingente suma de dinero y de oro. Fue entonces cuando apareció la figura de Diego Fernández de Córdoba, un miembro de la orden de Calatrava famoso en la ciudad por ser gentíl y amable con el pueblo llano. Este sería nombrado como alcalde de la ciudad, y para acabar con el motín prometió el abaratamiento del trigo. 

En los días venideros la tensión fue bajando, el propio rey Felipe IV y dio 100.000 ducados para la compra de trigo y así abaratar el precio del mismo. No obstante por miedo a futuras represalias, muchos no estaban tranquilos, por ese motivo el nuevo corregidor de la ciudad hizo prometer al rey el indulto para quienes encabezaron el motín y así al pasar de los días los ánimos fueron decreciendo hasta que por fin todo volvió a su cauce.

miércoles, 20 de septiembre de 2017

MEDINA AZAHARA. SI EL EXPOLIO NO HUBIERA SUCEDIDO

   Corría el mes de septiembre de 936, Abderraman III decidió así como quien no quiere la cosa que un día cualquiera de ese mes se pondría manos a la obra y empezaría la construcción de una ciudad palatina, bueno no es que él se pusiera en plan Manolo y Benito, sino que mandó que lo hicieran. También decidió que esa ciudad palatina sería llamada Medina al- Zahra (para los cordobeses Medina Azahara).

   Cuarenta años después, su ciudad palatina estaba acabada, y como para no tardar cuarenta años, 115 hectáreas construidas y protegidas por una contundente muralla no se hace dos días (en Córdoba tenemos construcciones más pequeñas y que tardarán más a este paso en ver la luz). 

   Pero bueno, este post no va sobre la grandiosidad de Medina Azahara, de eso ya se ha escrito mucho y con todo el tema este de la UNESCO y su decisión (a la cual desde este blog nos sumamos) de incluirla como Patrimonio de la Humanidad (Mérito más que merecido). Este post va de cómo después del final de Medina al-Zahra, el yacimiento fue tratado, y como ha llegado a nuestros días.

   Una vez muerto Abderraman III y su hijo Al-Haken II le tocó el turno al nieto de Abderraman III, Hixen II sentarse en el trono del califato omeya cordobés, pero le tocó vivir un tiempo de revueltas y tras sus problemillas con Almanzor, abdicó en 1009 para volver un año después, pero ya la tensa situación hizo que no fuera remediable el fin del califato omeya, y con el fin del califato llegó la destrucción de la ciudad palatina por sus rivales bereberes. Esta destrucción fue ocurrida en el año 1013 y desde entonces Medina Azahara fue convertida en una pedazo de cantera que suministraría todo lo necesario a quien fuese a recoger material entres sus escombros.

   A partir de la segunda mitad del siglo XIII se produce el primer expolio de la ciudad palatina, con la reconquista de la ciudad de Córdoba por parte de Fernando III para usar dicho material en la reconstrucción de la ciudad, me imagino por aquel entonces a los cordobeses marchando a la antigua ciudad palatina a recoger piedras para construir edificios en la propia Córdoba, de esa manera la muralla de la parte meridional de Medina Azahara iría despareciendo poco a poco por este fin.

   El segundo expolio sometido hacia Medina al-Zahra ocurre en el siglo XV con la construcción del monasterio de San Jerónimo de Valparaiso. Para que ir a una cantera a por piedras si a unos metros más para abajo se encuentra una ciudad palatina del siglo X que ya no se usa. Mira si la piedra está hasta labrada y cortada, vamos a saquearla.

   Esos son los grandes expolios que han mermado la antigua ciudad palatina pero claro, la cosa no queda ahí, son sonados los casos donde expoliadores sustraen columnas de mármol, otros que directamente se llevan pieza a pieza un puente, e incluso el ajuar funerario de una tumba perteneciente a la necrópolis situada en dicha ciudad palatina.

   En fin, que está muy bien el hecho de que un monumento como este sea candidato a formar parte de la lista de monumentos Patrimonio de la Humanidad que ya la ciudad posee, pero que aún el 90% de los restos está por descubrir y que el hecho de que sea nombrada Patrimonio de la Humanidad puede ayudar a que se amplifique la excavación arqueológica (y que cuenten con arqueólogos como yo) para dar a luz a la grandiosidad de este monumento, pero también es verdad que no sabemos cómo se hubiera encontrado la ciudad palatina si no hubiera sucumbido al expolio que los cordobeses hicimos de ella. 

    Esto nos debe hacer reflexionar sobre nosotros mismos y nuestra capacidad de destruir un bello yacimiento, que en este caso ya estaba en ruinas por una guerra civil a finales del califato cordobés. O intentar conservar nuestro legado histórico y patrimonial.